Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
VISION DE LOS VENCIDOS



Comentario

Las obras de Herrera y Torquemada


Casi al mismo tiempo, el franciscano fray Juan de Torquemada (c. 1562-1624) que laboraba en Tlatelolco, al norte de la ciudad de México, y el Cronista Real Antonio de Herrera y Tordesillas (1549-1625), célebre humanista e historiador oriundo de Cuéllar, en Segovia, se afanaban en la preparación de dos magnas obras que darían a uno y otro gran celebridad. En lo que toca a Herrera, se había distinguido ya éste como traductor de obras clásicas del italiano y como autor de una Historia de lo sucedido en Escocia e Inglaterra en cuarenta y cuatro años que vivió María Estuarda, reina de Escocia, publicada en Madrid en 1589, y asimismo de otra que le atrajo considerable atención, intitulada Cinco libros de la Historia de Portugal y Conquista de las islas Azores en los años de 1582-1583, sacada a luz en Madrid, 1591. De modo especial este último trabajo debió ser del agrado de Felipe II cuya persona fue allí objeto de amplia consideración, al haber tenido lugar durante su reinado la incorporación de Portugal a España.

Ahora bien, gracias a sus méritos y otros valimientos, Herrera alcanzó un doble y codiciado nombramiento, el de Cronista de Castilla y también el de las Indias. Este último encargo le fue conferido en mayo de 1596. En su calidad de Cronista Mayor de Indias logró Herrera acumular documentación en extremo copiosa, proveniente de lo allegado hasta esos años en los reales archivos, sobre los reinos y provincias de ultramar. Herrera se propuso distribuir sus materiales por décadas, en las que situó lo acontecido en las diversas regiones del Nuevo Mundo. Su obra, aunque precedida de una especie de libro introductorio en el que intenta una descripción y demarcación de las Indias occidentales, fue básicamente una especie de gran surtido documental. Copiando unas veces y resumiendo otras los distintos documentos a su alcance, fue enhebrando la secuencia de los hechos con muy pocos comentarios y con muy escasos juicios críticos de su propia cosecha. Su trabajo fue, no obstante, de enorme importancia ya que en él se reunieron multitud de documentos antes dispersos, no pocos de los cuales se encuentran en la actualidad perdidos.

Con tanta celeridad trabajó Herrera que en 1601 pudo sacar una primera parte de la que intituló Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y Tierra Firme del Mar Océano. En dicha publicación incluyó su Descripción de las Indias, así como lo referente a las cuatro primeras décadas, a partir de la llegada de Colón a las Antillas. Más tarde, en 1615, continuaría la publicación de su trabajo, hasta alcanzar éste su cabal completamiento como ahora se conoce.

En la obra de Herrera ocupan lugar muy especial las noticias sobre las primeras expediciones a tierras mexicanas y el relato pormenorizado de la conquista de México llevada a cabo por Cortés. Para escribir sobre este asunto se valió Herrera del Itinerario de la Armada, las Cartas de Relación de don Hernando, lo escrito por Fernández de Oviedo, los textos del cronista Francisco Cervantes de Salazar, los manuscritos de fray Bartolomé de las Casas, las obras publicadas de Francisco López de Gómara y del padre José de Acosta. Respecto de posibles testimonios indígenas, ni supo acerca de ellos, ni probablemente pasó por su mente que pudieran haber existido.

La obra de Herrera, desde su parcial publicación en 1601, despertó tan grande interés que muy pronto aparecieron traducciones al latín (cuatro ediciones), al francés (tres ediciones), al alemán (una edición), al holandés (una edición) y al inglés (dos ediciones). La difusión que así alcanzó confirma el interés que siguió prevaleciendo en Europa por saber acerca de las cosas del Nuevo Mundo.

Como ya dijimos, en tanto que, en su calidad de Cronista Real en España, adelantaba Herrera con grande empeño en sus trabajos, también el franciscano Torquemada estudiando todo género de testimonios, laboraba en su celda del convento de Santiago de Tlatelolco. En particular tuvo acceso Torquemada a los escritos, que por mucho tiempo permanecieron inéditos, de varios hermanos suyos de religión como fray Toribio de Benavente Motolinía, fray Andrés de Olmos, fray Jerónimo de Mendieta y fray Bernardino de Sahagún. Pudo aprovecharse también de la gran aportación, asimismo inédita, de fray Bartolomé de las Casas, la Apologética Historia Sumaria. Pero además de dichos testimonios, Torquemada había dedicado varios años al estudio directo y la valoración de buen número de manuscritos indígenas, con pinturas y textos en legua náhuatl. Su intención era llegar a publicar una magna obra dispuesta en veintiún libros y en la que abarcaría cuanto pudiera reunir acerca del pasado prehispánico, la conquista de México, la evangelización y el primer siglo de vida de la Nueva España. Hallándose en medio de tal empresa tuvo ocasión Torquemada de leer, tanto la Historia Natural y Moral de las Indias de José de Acosta (1509), como las primeras cuatro Décadas de la aportación de Herrera (1601). Respecto del libro de Acosta, aunque reconoció sus méritos, le hizo varias criticas, sobre todo por apoyarse a veces en fuentes que Torquemada no tuvo como dignas de fe. Mucho más duro fue el cronista franciscano al juzgar la aportación de Herrera. Entre los cargos que enderezó al Cronista de las Indias sobresalen dos. El primero es haberse puesto a escribir sobre la historia de tierras que enteramente desconocía. El segundo es no haber tomado en cuenta fuentes para Torquemada primordiales, como las de algunos franciscanos, en especial Motolinía, Olmos, Mendieta y Sahagún, y menos todavía la de autores indígenas de cuyo estudio mucho se apreciaba Torquemada.

El franciscano, después de bastantes años de trabajo, dio por concluida su obra hacia 1612. Trasladándose a Sevilla para cuidar de la publicación de la misma, la Monarquía Indiana, en tres gruesos volúmenes, apareció en 161532. Fue esta obra la primera de las que se publicaron en la que se dio cabida a testimonios indígenas consultados por quien conocía la lengua náhuatl y era experto escudriñador de los manuscritos indígenas. Se mencionó antes que José de Acosta había hecho algunas referencias a testimonios nativos. Pero como también se indicó, tales referencias fueron indirectas y con apoyo en lo reunido en última instancia por Diego Durán cuya obra no habría de publicarse sino hasta mediados del siglo XIX. Razón tuvo pues Torquemada al preciarse de haber buscado la verdad plena de los hechos de la Conquista acudieron al testimonio de los indígenas. En su opinión, Herrera se equivocó en lo que escribe por haber consultado sólo autores españoles. Así, por ejemplo, al hacer referencia al presente enviado por Moctezuma a Cortés expresa que de eso hablan.



Gómara y Antonio de Herrera confusamente#

Pienso estuvo el yerro en no hacer estas inquisiciones e informaciones más que con los españoles que entonces vinieron, y no las averiguaron con los indios, que también les tocaba mucha parte de ellas y aun el todo, pues fueron el blanco donde todas las cosas de la Conquista se asestaron, y son los que muy bien las supieron y las pusieron en historia a los principios, por sus figuras y caracteres, y después que supieron escribir, algunos curiosos de ellos, las escribieron, las cuales tengo en mi poder. Y tengo tanta envidia al lenguaje y estilo con que están escritas, que me holgaré saberlas traducir en castellano con la elegancia y gracia que en su lengua mexicana se dicen. Y por ser historia pura y verdadera, la sigo en todo; y si a los que las leyeren parecieran novedades, digo que no lo son, sino la pura verdad sucedida; pero que no se ha escrito hasta ahora, porque los pocos que han escrito los sucesos de las Indias, no las supieron, ni hubo quién se las dijese#33.



Y añade a continuación que en alto grado se debía la recopilación de muchos de esos testimonios en lengua indígena al ya citado franciscano Sahagún:



Ni tampoco yo las escribiera si no las hallara averiguadas de el padre fray Bernardino de Sahagún, religioso santo y grave, que fue de los segundos que entraron en la conversión de esta Nueva España, y de los primeros, el primero investigador de las cosas mis secretas de la tierra; y supo todos los secretos de ella, y se ocupó más de sesenta años en escribir lengua mexicana y todo lo que pudo alcanzar en ella34.



Tomando así en cuenta los testimonios indígenas allegados por él mismo y los que había obtenido antes Sahagún de ancianos que habían contemplado los hechos de la Conquista, dio cabida Torquemada en su obra a fuentes que pertenecen plenamente a la visión de los vencidos. No dejaré de notar que el cronista Herrera, ocupado todavía en la preparación de las siguientes Décadas de su obra, tuvo ocasión de leer las críticas que le hizo Torquemada. Molesto por ellas, endilgó a su vez duras palabras al fraile que ha sacado un Monarchía Indiana, del cual notó que no sabría juzcar cuál es mis en este autor, el ambición o el descuido en guardar las reglas de la historia#, añadiendo de paso un juicio adverso a los trabajos de los frailes, entre ellos los de Olmos, Sahagún y Mendieta, y su parecer sólo pretendidos conocedores de las realidades indígenas35.

Con esta especie de polémica de la que hablan los cargos que en sus respectivas obras se hicieron el franciscano y el Cronista Real, y en la que fue asunto de debate la existencia y valor de testimonios indígenas sobre la Conquista, concluye el ciclo de las aportaciones hechas hasta principios del siglo XVII para dar a conocer a los europeos los grandes hechos ocurridos en el Nuevo Mundo. A modo de balance, es necesario reiterar que, fuera de las indirectas referencias de Acosta y las alusiones de Torquemada, todo lo que se difundió por el ancho mundo respecto al choque de pueblos y culturas que fue la conquista de México, provino en exclusiva del testimonio expresado por los vencedores. Esta realidad confirmaba plenamente el viejo dicho de que la historia la escriben siempre los que triunfan y se imponen.